miércoles, 26 de septiembre de 2012

Opiniones de un Payaso - Heinrich Böll


SALARIO MÁXIMO

Me daba pena por Marie, que se puso pálida y temblorosa cuando Kinkel contó la anécdota de aquel hombre que ganaba quinientos marcos al mes y se arreglaba bien, que luego ganó mil y notó que le iba peor, que francamente se encontraba en grandes dificultades al ganar dos mil, y que, por último, cuando hubo llegado a los tres mil, notó que volvía a salir a flote, y como moraleja dedujo: “hasta quinientos marcos al mes las cosas van perfectamente, pero entre quinientos y tres mil, todo es miseria.”



CATÓLICOS = PSICÓLOGOS

-          ¿Y porque ninguno de uds católicos asquerosos, me dice donde esta ella? Uds me la esconden.
-          No sea Ud ridículo Schnier –dijo, - ya no vivimos en la edad media
-          Me gustaría que viviésemos en la Edad Media –dije – entonces se me permitiría tenerla de concubina y ella no estaría aprisionada sin cesar por las tenazas de la conciencia. Pero volverá
-          En su lugar yo no estaría tan seguro Schnier –dijo Kinkel- Es una lástima que a Ud le falte tan evidentemente el órgano metafísico.
-          Con Marie todo iba bien mientras ella se preocupaba por mi alma, pero uds le han inculcado el preocuparse  por su propia alma, y ahora ocurre que yo, a quien falta el órgano metafísico, me preocupo por el alma de Marie…


MUJERES COMPASIVAS

En las películas de divorcio y adulterio juega siempre un papel importante la felicidad de alguien…Me gustan también los auténticos films de prostitutas, pero hay pocos. La mayoría son tan sofisticados que no se notan las putas. Existe aún otra categoría de mujeres, ni prostitutas ni esposas; las mujeres compasivas, pero en las películas no se les presta atención. En las películas toleradas para menores de seis años abundan las prostitutas las mas de las veces…Las mujeres en esos films, o bien son prostitutas por naturaleza o lo son en un sentido social; compasivas casi nunca lo son Se ven chicas rubias bailando el can can  en esos saloons del Far West, y rudos vaqueros, buscadores de oros o cazadores de pieles, pero en el momento en que estos vaqueros se dirigen hacia las chicas, las mas de las veces se les cierra la puerta en sus narices, o les apalea sin piedad un cerdo hercúleo. Me imagino que con ello quiere simbolizarse algún principio de virtud: CRUELDAD, cuando la compasión sería lo único humano…


REALISTAS

El no era realista, ni yo tampoco, y ambos sabíamos que los demás, con toda su vulgaridad, no eran más que realistas, estúpidos como las marionetas que se agarran por el cuello miles de veces y sin embargo no descubren jamás el hilo que las mueve.


sábado, 15 de septiembre de 2012

O de la fallida revolución de Garibaldi: cambiar todo para que nada cambie era la consigna, igual que acá (mejor así?)


Hasta que conoció a esos dos jóvenes, Lampedusa sólo hablaba de literatura con su primo Lucio, pero su primo no se movía de su casa en el campo, que era un vergel pero quedaba a 150 kilómetros de Palermo por caminos de montaña. El primo Lucio era un solterón que vivía con cincuenta perros, creía en el espiritismo, componía magníficats en su piano desafinado y un día, ya casi sesentón, se puso a escribir poemas que le mandó a Eugenio Montale, que quedó fascinado con ellos. La anécdota es preciosa: había un congreso literario en las Termas de San Pellegrino, cada escritor consagrado debía elegir un valor promisorio para presentarlo en sociedad, Montale avisó que llevaría a un joven poeta siciliano y cuando llegó a las termas descubrió que su joven promesa era el primo Lucio, que había ido acompañado del primo Giuseppe, el Príncipe Lampedusa, los dos de traje y sobretodo, los dos venidos de otro tiempo. Lampedusa estuvo los tres días del congreso sin pronunciar palabra, escuchando y asintiendo educadamente con la cabeza, pero cuando volvió a Palermo tuvo “la certeza matemática de no ser más tonto que Lucio y los demás que estaban allí en San Pellegrino, de manera que me senté a mi escritorio a escribir una novela”.
Lampedusa tenía 59 años cuando empezó a escribirla y se iba a morir a los 61. Durante su último año de vida, mandó El gatopardo a varias editoriales de Turín y Milán y se la rechazaron en todas. Dos semanas antes de morir, cuando estaba en Roma haciendo un tratamiento de cobalto por su cáncer de pulmón, recibió la última carta de rechazo. Era un informe de la editorial Mondadori. En él, Elio Vittorini, siciliano como Lampedusa pero comunista y paladín del neorrealismo, decía: “Sólo se podría amar este libro si hubiese sido escrito hace muchísimo tiempo y lo hubieran descubierto ahora”. Así fue como se lo leyó en el mundo entero, cuando se publicó, un año después de la muerte de su autor: como un objeto venido de otro tiempo, como un regalo que nos hacía el pasado antes de extinguirse.